ISABEL RUBIO ARROYO | Tungsteno
Lugares como Nueva York, Londres, París, Tokio o Reikiavik lideran la transición hacia las smart cities. A partir de un ejército de dispositivos y sensores que interactúan entre sí, estas y muchas otras ciudades del mundo buscan dar respuesta a desafíos del siglo XXI como la escasez de recursos, los atascos, la contaminación o la concentración urbana. Mientras que las tecnologías para conseguirlo están en constante evolución, se han abierto algunos retos: desde cómo asegurar el desarrollo flexible de estas urbes y sus infraestructuras digitales hasta de qué forma hacer frente a las amenazas de ciberseguridad.
Impulsada por el crecimiento cada vez mayor de la población urbana, esta transformación hacia modelos más inteligentes ya es imparable. En España, de hecho, resulta difícil encontrar una ciudad que no esté abordando iniciativas propias de una smart city: desde Madrid a Santander pasando por Barcelona, Valencia o Málaga. Entre sus proyectos, hay algunos para administrar aparcamientos, agilizar la movilidad en el transporte o gestionar el alumbrado público, la recogida de basuras y el agua. Otras iniciativas tienen como objetivo medir la calidad del aire, la temperatura o la luminosidad.
La proyección de las smart cities debe ser participada por un equipo multidisciplinar: desde arquitectos, expertos en movilidad, ciberseguridad y hasta filósofos. Crédito: ASME.
¿Quién debe diseñar las ciudades conectadas?
Para asegurar el desarrollo flexible de estas urbes, una de las cuestiones a tener en cuenta es quién debe participar en su diseño. El despliegue tecnológico necesita contar con arquitectos para planificar el porvenir de estas ciudades. Antoine Picon, catedrático de Historia de la Arquitectura y la Tecnología de la Universidad de Harvard, explicó en una conferencia organizada por Escuela de Arquitectura y Diseño de IE University que existe el riesgo de creer que hay un solo modelo posible de ciudades inteligentes, “en vez de pensar que tienen que adaptarse al contexto de cada sitio y que, por eso, habrá tantos modelos como lugares donde se implanten”.
En esa línea se sitúa también el arquitecto Simon Smithson, ganador del prestigioso premio Pritzker en 2007, que considera que los edificios del futuro “deben reflejar las condiciones propias del entorno ciudadano”. En una entrevista publicada en la revista UNO de la consultora Llorente & Cuenca, afirma que en el estilo de los edificios inciden las materias primas de la construcción, el clima o la accesibilidad. Para él, “un buen edificio captura el espíritu de la urbe: En Madrid se vive más en la calle; en Londres más en el interior”.
Además de los arquitectos, hay quienes defienden que en el desarrollo de las ciudades inteligentes deben participar expertos en movilidad, comunicadores e incluso filósofos. Desde Llorente & Cuenca se indica que la ciudad es inteligente cuando las condiciones de vida de sus ciudadanos son óptimas. “Así, dentro del campo de estudio de las smart cities se escucharían más conceptos como calidad de vida, resiliencia, decrecimiento e incluso felicidad”, señalan. Algunos investigadores han elaborado rankings de ciudades inteligentes que ya tienen en cuenta este punto de vista —por ejemplo, el nivel educativo o la esperanza de vida—, pero “en la mayoría de los análisis publicados prevalecen los indicadores tecnológicos”.
Con ataques cibernéticos cada vez más frecuentes, garantizar los beneficios de la conectividad de las smart cities solo será posible si la tecnología sobre la que se basa es segura. Crédito: Hugh Han.
La tecnología como aliada y amenaza de las urbes
Si hay algo en lo que los impulsores de las smart cities están de acuerdo, es que en su desarrollo deben estar presentes los expertos en ciberseguridad. Las urbes inteligentes se exponen a múltiples amenazas. El 7 abril de 2017 los habitantes de Dallas (EE UU) se vieron sobresaltados por más de 150 sirenas que sólo se activan en caso de tornados o fuertes tormentas. Pese a que el cielo estaba despejado, los vecinos saturaron los teléfonos de emergencia preocupados ante tal alerta. Las alarmas estuvieron sonando de forma intermitente durante hora y media hasta que se desconectó el sistema por completo. Aunque en un principio los responsables de emergencias achacaron el problema a un "fallo del sistema", al día siguiente confirmaron que se había producido un “hackeo".
En las ciudades conectadas las posibilidades de los atacantes son infinitas. Pueden llegar a controlar cámaras de seguridad, taxímetros, coches e incluso yates. También televisores inteligentes, semáforos, hornos, neveras, lectores de matrículas y hasta dispositivos médicos. Si un solo dispositivo carece de la seguridad adecuada o su certificado digital ha caducado, toda la estructura podría volverse vulnerable a ataques o sufrir interrupciones. Esto podría afectar a servicios e infraestructuras críticas como hospitales, oficinas, instalaciones en las que se tratan aguas residuales o carreteras.
En 2014 un equipo de investigadores pirateó casi 100 semáforos conectados en Michigan. "Las vulnerabilidades que descubrimos en la infraestructura no son culpa de ningún dispositivo o elección de diseño, sino que muestran una falta sistémica de conciencia de seguridad", explicaron en un artículo que escribieron al respecto. En 2015 los investigadores Scott Erven y Mark Collao demostraron en una conferencia cómo pudieron acceder a decenas de dispositivos médicos de distintos hospitales, según informó la BBC. Por ejemplo, a equipos de resonancia magnética y desfibriladores conectados. Según explicaron, los atacantes podrían incluso obtener datos del historial de pacientes y conocer la ubicación de la maquinaria dentro de un edificio.
Los incidentes de seguridad y privacidad dentro de las ciudades inteligentes se volverán más frecuentes a menos que los fabricantes de estos dispositivos adopten los procedimientos y protocolos de seguridad adecuados. También resulta fundamental que existan métodos que permitan monitorear constantemente estas medidas de seguridad y actuar rápidamente en casos de emergencia, ya que los beneficios de una ciudad conectada solo podrán lograrse si los medios tecnológicos que la sustentan son seguros. Ahí, precisamente, reside una de las grandes cuestiones que plantean estas urbes inteligentes. La tecnología es el pilar fundamental en el que se basan todos estos servicios, pero no podemos definir como será esta tecnología en el futuro. Lo que es seguro es que irá evolucionando y, con ella, deberán hacerlo las ciudades.
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